Científico, poeta, político; estudioso de las las plantas, la luz, los hombres, etc… pocas personas han logrado abrazar la totalidad de la existencia como Johanne Wolfgang von Goethe. Considerado el gran genio alemán, uno de los últimos hombres iluminados por el espíritu renacentista de saberlo y hacerlo todo, Goethe hizo su ciencia y su poesía con una mirada fija en la naturaleza y sus secretos, entendiendo que en ella se hacía visible lo divino.
En 1869, en la primera edición de la revista Nature (una institución de la ciencia), T. H. Huxley presentó su traducción de “Los aforismos sobre la Naturaleza” de Goethe, un texto poético en el que Goethe hace una alegoría de la Naturaleza en la que indudablemente ve una manifestación de la divinidad, en un panteísmo muy parecido al de Spinoza (al menos en este texto.) El Dios de Spinoza, el cual le fascinó tanto a Einstein, era un Dios inmanente, que se revelaba en las leyes y en la armonía de la naturaleza. Spinoza escribió en su Ética, Deus sive Natura (Dios o Naturaleza, una única sustancia). A posteriori se ha intentado hacer de la filosofía de Spinoza un ateísmo; quizás Huxley quería también aquí ver en el canto a la naturaleza de Goethe un ateísmo, una visión eminentemente materialista (de la cual él sería uno de los grandes propulsores). Pero hay que recordar que para Goethe lo fundamental no es la materia, no es lo físico, es el espíritu.
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